La Comunidad Parroquial de San Francisco Javier está triste y vuelve a perder a uno de los suyos. Y van…
El pasado 19 de noviembre se nos fue, casi sin avisar, a la casa del Padre, María José. Gran colaboradora de esta Parroquia cerca de treinta años, cuando aún no había llegado nuestro actual Párroco D. Severino Suárez Blanco, siendo titular de la jovencísima Parroquia D. José Iglesias Costas, que por aquellas fechas sobrevivía en un sótano donde hoy se erige el nuevo Templo. Sin hacer ruido, característica que siempre la acompañó, para lo bueno y para lo malo que depara la vida, se acercó a esta humilde Parroquia colaborando como catequista de Primaria (5º) y ayudando a las demás catequistas que ya estaban y a las que más tarde se incorporaron.
En esta labor siempre tuvo el apoyo necesario de su familia más directa, empezando por su marido Juan Fernández y siguiendo por sus hijos, educados en la fe cristiana, Verónica, Luis, Juan y María, llegando a ser alguno de ellos también catequista.
Su labor era mucho más visible en las preparaciones y participaciones de la Semana Santa, construyendo las lecturas y haciéndolas llegar a los fieles en las celebraciones durante toda la semana, desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección. En el Adviento siempre aportaba el “muérdago” que traía de su tierra de nacimiento, Ares.
Más adelante, cuando dejó la Catequesis por tener que atender sus necesidades familiares, se volcó con Lita en el comienzo y posterior desarrollo del Coro Parroquial, de la que fue miembro importante hasta estos últimos años.
Natural de Ares y residente en La Coruña, María José siempre quiso tener sus raíces en ambos lugares, aunque su lugar preferido era la bella población de la zona ferrolana, en la que compartía sus momentos más alegres con su familia y sus amigos más cercanos.
Pero, haciendo honor al título de este artículo, la vida, aunque tuvo momentos espléndidos ( matrimonio, nacimiento de sus hijos…) no fue un camino de rosas para ella. Además de la preocupación de la educación de sus hijos, junto a su inseparable Juan, estuvo al frente del cuidado de sus padres, de una tía y de su madre política, comprendiendo todos lo que significa el cuidado de personas mayores. Por si esto no fuera suficiente, en plena Pandemia, una terrible noticia golpeó con fuerza a esta modélica familia: la enfermedad de su hijo Juan que acabó con su vida en mayo de 2020. Esta crueldad sin límite, para unos padres y hermanos, se vio acrecentada por la situación vivida con el COVID-19,con soledad y desesperación. El espíritu de lucha y su Fe Cristiana, hicieron posible llevar esta pesada Cruz con resignación y entereza que impresionaba a los que la conocían y querían.
Por si lo anterior no fuera suficiente, sin pasar ni año y medio, en pocas semanas una enfermedad incurable nos la arrebató de forma brusca de su familia más querida, de nuestras vidas y de las de esta Comunidad Cristiana. El viernes 19 de noviembre, con 69 años, inició el viaje definitivo a la Casa del Padre, para acompañar a los que le precedieron en este tránsito, en especial al lado de su hijo Juan. Al día siguiente, después del entierro de sus restos mortales en el Cementerio Parroquial de Ares, un funeral, presidido por D. Severino y concelebrado con el Párroco de Ares D. Antonio y también solemnizado por su Coro de San Francisco Javier, realzó la figura de esta cristiana de base,orando por el eterno descanso de su alma. Se le volvió a recordar el miércoles 24 en nuestra Parroquia.
NO HAY ADIÓS EN EL RECUERDO
“Se te escapó la vida y, te vas dejando un gran vacio en todos los que te conocían, que pesa con gran dolor, pero desde esta Comunidad nos quedaremos con los grandes momentos compartidos”
D.E.P.
Fotografía de los últimos meses compartiendo mesa y amistad con su esposo Juan y sus amigos Esther, Antonio y Pepe en su querida Ares.